El fin de semana, los Fortuño Peña (Valeria, Matilde y yo), pasamos una muy buena tarde en casa de unos amigos. Estaban nuestra pareja anfitriona, su hija de un año y medio, otra pareja y su hija de tan solo un mes. También estaba el púber hijo mayor del dueño de casa, claro que él era más bien una aparición espectral que rondaba cada cierto tiempo la cocina preguntando si ya estaba listo el almuerzo, aunque nadie más tenía prisa (lo lamento por el clamor de ese estómago joven, pero no hay nada más absurdo que el stress de fin de semana).
Pensé en esa tarde parte después de una conversación que tuve en la radio con Natalia y Javier. A raíz de un posteo de Natalia donde recordaba las viejas columnas de Isabel Allende en la revista Paula, hablábamos de cómo ese troglodita masculino del que se mofaba Allende parecía una especie en camino a la extinción.
Recordé que los otros dos hombres del almuerzo del fin de semana pasan mucho tiempo en la casa. Más que sus mujeres, que trabajaban fuera. Ellos me hablaron sobre el cuidado y poda de las parras, de lo bueno que es poner a secar los sarmientos que se podan, porque sirven como muy buena leña para paella. Me contaran de los gargales, unos hongos comestibles muy grandes que crecen en los álamos.
Estos eran hombres ciertamente sensibles, pero también prácticos, que saben hacer las compras, disponer qué se come en la casa, que pagan las cuentas y se ocupan de los hijos. Hombres domésticos, en las antípodas del troglodita que Isabel Allende ridiculizaba en los setenta.
La mujer de nuestro anfitrión y la del otro invitado se aparecían casi nada por la cocina, gobernada por mano masculina. La Valeria claro que estaba ahí, porque ella cultiva la cocina como arte más que como oligación de género. Mientras, yo estaba pendiente de mi hija, ejerciendo un rol que también ha sido históricamente femenino.
Pasaba lo que en muchas partes. En la casa, la frontera entre las labores masculinas y femeninas se está haciendo cada vez más difusa. En algunos casos, como el de mi anfitrión, se ha invertido. Lo primero que he notado sobre esto es que, cuando se trata de una opción, de un estilo de vida, de necesidades laborales y no por cesantía, quedarse en casa es mucho más placentero para los hombres que para las mujeres. Para ellas, comprensiblemente, puede haber cierta humillación en los menesteres de la casa. Su rollo es salir al mundo, superarse, competir, surgir profesionalmente. Un empeño de nuestro género que no ha llevado a la humanidad a ninguna parte.
La paridad entre hombres y mujeres es un tema que yo creo que no se puede separar de la relación entre nuestra vida familiar y nuestro trabajo. La igualdad entre los sexos no es un avance en sí misma. Nada impide que se mantenga la división de roles, que siga habiendo uno más enfocado en la pega y otro, en la casa. Puede que la creciente asimilación de hombres y mujeres vuelva irrelevante si cada papel cae en la figura materna o la paterna, en un hombre o una mujer, en un heterosexual o un homosexual. Pero igual puede quedar intacta la diferencia entre el principal proveedor de una familia, o sea el que trabaja y gana más, y el encargado del cuidado, el afecto, la nutrición, la contención.
Esto de la igualdad también puede provocar que ambas partes de la pareja funcionen como proveedores, que los dos esten más enfocados en el trabajo que en la vida doméstica. Esto es muy probable cuando la competencia al estilo masculino parece cada vez más apreciada por las mujeres. En una pareja así, mientras sus pegas mejoran, su casa pasaría siempre al borde del colapso: refrigeradores vacíos (hay plata, pero no tiempo para gastarla), cañerías abandonadas, montañas de ropa sucia, cuentas atrasadas, jardines convertidos en selva virgen.
En ambos casos, inversión de los roles o dos proveedores, estaríamos tan mal como antes. Me gustaría una vida en que una pareja pueda privilegiar su vida doméstica por sobre su vida laboral, al mismo tiempo que comparta y alterne roles equitativamente. No me basta con una candidata presidencial o una mujer en la Corte Suprema, esa es la igualdad de género que falta.
6 comentarios:
El otro d{ia mientras comía con una amiga discutíamos de lo mismo, y al final, hablando lo mismo en distinto lenguaje, llegamos a una conclusión: Somos muy diferentes hombres y mujeres, pero eso en ningún caso es condición invalidante para hacer lo mismo y compartir roles. Es decir cada uno hace las cosas de perfecta manera desde su modo de ver la vida, y el otro lejos de ofuscarse por esto debe respetarlo y aprender de ello.
y claro que lo hablamos, pero es que es deprimente llegar a tu casa a las 21:00 hrs después de pasar a buscar a tu mujer, ella con los ojos rojos de tanto estar frente al computador, mirar el refrigerador y tener una visión desolada, hacer una lechuga con atún, lavarse los dientes, acostarse, mirarse y dormirse, sabiendo que no se está trabajando donde mejor se tiene que hacer: la casa. No. mejor digamos hogar.
Pero lo bueno es darse cuenta, reírse, tomarlo con humor y saber que es posible el cambio. En esa estamos en mi casa. Y no es malo, de hecho, lo estamos disfrutando.
Fenomenal el título del blog...me agrada en demasía...
una nana!!, esa es la solución. que los atienda y les prepare cositas ricas. Alguien que te espere (luego de un puto dia de trabajo) con rica comidita y con la casa impecable.
Comparto la mirada del post. Ese discurso cliche del desarrollo femenino me parece agotado e insostenible. Con mi marido trabajamos en lo mismo, nos levantamos a la misma hora, llegamos en horarios exactos y ganamos una idéntica cifra. Pero aunque me gusta mi pega, me encantaría poder disfrutar más mi casa, aprender por fin a hacer un rico mousse de chocolate y regar con tranquilidad mientras Benito corre por el jardín. Me molesta la minimización de la dueña de casa. Como si trabajar en ella fuese sinónimo de estupidez. Y me encanta que cuando estoy cansada el otro me sirva la comida en bandeja o pueda comprar las flores para tener bonito el living. Todo está en ser amigos y ayudarse.
Habran leido esto las señoritas de "Sandia". No hay nada mas tonto que una mujer tratando de ridiculizar a un hombre para sentirse igual a él..... en eso se lo pasa la Katyna.
Que cada uno haga lo que tenga que hacer.
PD: parece que la horizonte la esta llevando!!!
Publicar un comentario