6.22.2005

Valeria

La conocí en junio de 1993. Hacía frío. No me atreví a besarla.
Me parecía demasiado. Una ofensa a su belleza.
Compartimos la misma butaca en un cine. Y aún así no me atreví a besarla.
Gracias, mi amor, por obligarme a perder el miedo.
Gracias por poder seguir besándote hoy.
Feliz cumpleaños.
Te amo.

6.17.2005

Tres Coincidencias

1.- Lunes pasado: Cristián Warnken entrevista a Jaime Collyer en Concierto Enfoque, a raíz de su nuevo libro de cuentos, La Voz del Amo. Semanas antes, para que Warnken lo leyera, yo había tomado cualquiera de los varios ejemplares que habían llegado a la radio con una dedicatoria genérica escrita por el autor ("a un lector desconocido..." o algo así) . Después de la entrevista, Cristián me devuelve el libro. Yo le digo que se lo quede, que no se preocupe. "pero está autografiado para ti", me contesta. Collyer asiente. Abro el libro, una copia tomada al azar entre varias y que yo había leído durante algunos días, y veo por primera vez, debajo del mes y el año, Mayo 2005 (ya estábamos en junio): "Para Sergio Fortuño, esta voz distinta a las voces radiales, con el afecto del autor".

2.- Miércoles pasado: Terminamos el programa de Blanca Lewin con una parte de Cuadros de Una Exposición. Es el tema final, que se llama La Gran Puerta de Kiev. No me mata particularmente, y la versión de Emerson Lake & Palmer no ha contribuido a que la aprecie más, pero me pareció divertido un cierre con esas fanfarrias pomposas. Además, eran una buena banda sonora para largarme en caso de que me hubiesen despedido por la elección. Cuadros de una Exposición fue compuesta por Modest Mussorgsky en 1874 y orquestada por Maurice Ravel en 1922. La versión que tocamos era de la Orquesta Sinfónica de Chicago. El director era Carlo Maria Giulini. La mañana siguiente leí en el diario que Giulini había muerto el mismo día que una radio de música pop tocaba una de sus grabaciones.

3.- Navidad de 1977: Tenía cinco años. Esa noche había recibido mi primera bicicleta, una CIC de paseo, azul. Me fui a la cama contento. Con mi hermano menor compartíamos una pieza espaciosa y alta, de casa antigua, cada uno en una cama. Mi mamá, por esa noche, dormía con él. En medio de las cabeceras, colgaba de la pared un retrato de Charles Chaplin. En la madrugada, se cayó al suelo. El golpe fuerte y seco contra el piso de tablas nos despertó a los tres. Mi mamá emitió un pequeño y algo ahogado grito de asombro: "Se murió Chaplin", dijo. La radio lo confirmaba en la mañana. Durante esa madrugada de Navidad, decían las noticias, había muerto en Ginebra, Suiza, el actor, director y genio del cine mudo Charles Chaplin .

6.13.2005

Maridos Laboriosos o la Igualdad de Género que No Queremos

El fin de semana, los Fortuño Peña (Valeria, Matilde y yo), pasamos una muy buena tarde en casa de unos amigos. Estaban nuestra pareja anfitriona, su hija de un año y medio, otra pareja y su hija de tan solo un mes. También estaba el púber hijo mayor del dueño de casa, claro que él era más bien una aparición espectral que rondaba cada cierto tiempo la cocina preguntando si ya estaba listo el almuerzo, aunque nadie más tenía prisa (lo lamento por el clamor de ese estómago joven, pero no hay nada más absurdo que el stress de fin de semana).

Pensé en esa tarde parte después de una conversación que tuve en la radio con Natalia y Javier. A raíz de un posteo de Natalia donde recordaba las viejas columnas de Isabel Allende en la revista Paula, hablábamos de cómo ese troglodita masculino del que se mofaba Allende parecía una especie en camino a la extinción.

Recordé que los otros dos hombres del almuerzo del fin de semana pasan mucho tiempo en la casa. Más que sus mujeres, que trabajaban fuera. Ellos me hablaron sobre el cuidado y poda de las parras, de lo bueno que es poner a secar los sarmientos que se podan, porque sirven como muy buena leña para paella. Me contaran de los gargales, unos hongos comestibles muy grandes que crecen en los álamos.

Estos eran hombres ciertamente sensibles, pero también prácticos, que saben hacer las compras, disponer qué se come en la casa, que pagan las cuentas y se ocupan de los hijos. Hombres domésticos, en las antípodas del troglodita que Isabel Allende ridiculizaba en los setenta.

La mujer de nuestro anfitrión y la del otro invitado se aparecían casi nada por la cocina, gobernada por mano masculina. La Valeria claro que estaba ahí, porque ella cultiva la cocina como arte más que como oligación de género. Mientras, yo estaba pendiente de mi hija, ejerciendo un rol que también ha sido históricamente femenino.

Pasaba lo que en muchas partes. En la casa, la frontera entre las labores masculinas y femeninas se está haciendo cada vez más difusa. En algunos casos, como el de mi anfitrión, se ha invertido. Lo primero que he notado sobre esto es que, cuando se trata de una opción, de un estilo de vida, de necesidades laborales y no por cesantía, quedarse en casa es mucho más placentero para los hombres que para las mujeres. Para ellas, comprensiblemente, puede haber cierta humillación en los menesteres de la casa. Su rollo es salir al mundo, superarse, competir, surgir profesionalmente. Un empeño de nuestro género que no ha llevado a la humanidad a ninguna parte.

La paridad entre hombres y mujeres es un tema que yo creo que no se puede separar de la relación entre nuestra vida familiar y nuestro trabajo. La igualdad entre los sexos no es un avance en sí misma. Nada impide que se mantenga la división de roles, que siga habiendo uno más enfocado en la pega y otro, en la casa. Puede que la creciente asimilación de hombres y mujeres vuelva irrelevante si cada papel cae en la figura materna o la paterna, en un hombre o una mujer, en un heterosexual o un homosexual. Pero igual puede quedar intacta la diferencia entre el principal proveedor de una familia, o sea el que trabaja y gana más, y el encargado del cuidado, el afecto, la nutrición, la contención.

Esto de la igualdad también puede provocar que ambas partes de la pareja funcionen como proveedores, que los dos esten más enfocados en el trabajo que en la vida doméstica. Esto es muy probable cuando la competencia al estilo masculino parece cada vez más apreciada por las mujeres. En una pareja así, mientras sus pegas mejoran, su casa pasaría siempre al borde del colapso: refrigeradores vacíos (hay plata, pero no tiempo para gastarla), cañerías abandonadas, montañas de ropa sucia, cuentas atrasadas, jardines convertidos en selva virgen.

En ambos casos, inversión de los roles o dos proveedores, estaríamos tan mal como antes. Me gustaría una vida en que una pareja pueda privilegiar su vida doméstica por sobre su vida laboral, al mismo tiempo que comparta y alterne roles equitativamente. No me basta con una candidata presidencial o una mujer en la Corte Suprema, esa es la igualdad de género que falta.

6.09.2005

El Odio Es Más Fuerte: Más Cosas Que Me Disgustan

Personalidades: La gente que pierde los estribos o se pone mal genio ante desperfectos ténicos o fallas humanas involuntarias. Sobre todo la gente con autoridad.

Política: El alegato de que Insulza debió haber sido el candidato de la Concertación, porque detrás de él huelo machismo y elitismo, además de inseguridad y miedo ante el tipo de liderazgo de Bachelet. La gente que dice que "la cosa se puso entretenida" con la irrupción de Piñera en la carrera presidencial, como si la política estuviera para entrener a estos perlas. Seguro que lo pasarían bomba en Bolivia. Prefiero un país con elecciones fomes como Suiza.

Cine: La película "Closer". Cuatro autómatas neuróticos obsesionados con quién se la mete a quién.

Vialidad: La inexistencia de una ciclovía que cubra todo el trayecto entre mi casa y mi pega.

Puericultura: El dirigismo cultural con los cabros chicos. Creer que les favorece no ver tele, comer cochinadas, tomar Coca Cola, jugar con Barbies o monos violentos. No estoy a favor de esas cosas. Pero no puedo estar en contra, imponiendo juicios ideológicos a los niños. Que ellos se formen los propios. Bueno, pienso específicamente en mi hija (en la foto de abajo). Así que si alguien le quiere regalar una Barbie, no tengo drama. Sobre todo porque lo más probable es que yo no lo haga.

6.03.2005

Fuck the SII

El Servicio de Impuestos Internos es una repartición que parece tan moderna, tan eficiente, tan rápida. Hasta que te enteras de que tu devolución fue retenida porque un "agente retenedor" (forma pedante de referirse a los que te pagan los honorarios) no ha pagado tus impuestos.

No es que me haya llevado una sorpresa. Al hacer mi declaración en internet, se me informó de "discrepancias de información" o algo así con mis retenedores.

Llamé a la mesa de ayuda o informaciones. Teléfono que por cierto me costó mucho rastrear en el sitio. "Oiga, me dice la página que hay un problema con mis agentes retenedores. Quiero saber cuál es el problema y qué tengo que hacer", le dije a la mujer que me contestó.

"Ellos saben", me respondió ella.

-¿Y ustedes no?

-No. Ellos saben -reiteró.

Durante cerca de media hora estuve tratando de explicarle que era el Servicio de Impuestos Internos el que decía que había un problema y que entonces yo quería saber cuál era el problema para solucionarlo. Que eran ellos los que estaban señalando algo que andaba mal y que entonces cómo iban a no saberlo. Tras la décima ocasión que le hice ver lo mismo, la funcionaria me dijo que esperara un momento, que iba a consultar el caso.

-Ellos saben -me dijo impasible cuando volvió al teléfono.

Sé que mucha gente habría perdido la paciencia mucho antes, pero yo no soy así. O al menos no tan así. Le expliqué que cuando un profesor hacía una corrección en una prueba era porque él sabía que había algo malo donde un alumno pensaba que había algo bueno. Que el alumno tenía el derecho de saber qué estaba mal y que el profesor tenía el deber de explicárselo. Agregué que, en este caso, el Servicio de Impuestos Internos era el profesor y que yo era el alumno tratando de saber qué estuvo mal. Nuevamente me pidió que esperara, que iba a consultar.

-No se preocupe -volvió-. Mire, ellos tienen un problema y ellos lo tienen que arreglar.

Pero ellos no lo arreglaron y yo me quedé sin devolución de impuestos. No sé por qué la mujer o la persona con quien consultó no me pudieron decir algo tan sencillo como "hay una empresa a la que usted dio boletas y esa empresa no ha pagado el 10 por ciento de sus honorarios brutos. Si no los pagan en el plazo, pierde usted". No sé tampoco por qué en la misma tan moderna y eficiente página web no se explica que esa es la situación.

Sí sé que la empresa pasteleó al no pagar. A todo esto, es la productora audiovisual Nueva Imagen. Pero es obvio que Impuestos Internos tenía esa información y me perjudicó al no entregármela claramente.

La modernidad y la eficiencia tienen sentido cuando implican una mayor capacidad de respuesta en una mayor diversidad de escenarios posibles. Y me quedó claro que la capacidad de respuesta de Impuestos Internos se limita sólo a un escenario, cuando todo funciona bien. La media gracia.