4.28.2005

Fortuño's Review: Primer Debate entre Soledad Alvear y Michelle Bachelet

Abordaré el debate entre las precandidatas de la Concertación como programa televisivo, antes que como una instancia política, que para eso ya hay. Sin embargo, creo que muchas de las conclusiones políticas que se han formulado sobre este evento están determinadas por su puesta en escena para la televisión.
Como todo show de TV, el debate tuvo un guión. Y el que tuvo el encuentro de ayer fue poco creativo y tedioso. La presentación de Bernardo de La Maza y su descalificación a dos candidatas presidenciales cuyos nombres olvidó junto al año en que postularon, marcó la pauta de titubeos y vaguedades que vendrían a continuación. La falta de preparación y dominio de la situación fue una debilidad tanto del moderador como de Michele Bachelet. El guión de Soledad Alvear estuvo más contundente. La precandidata DC se mostró no sólo matea, sino que con cierto sentido de construcción dramática, como cuando quitó tiempo a una de sus respuestas para diferenciarse de Bachelet sobre los impuestos a la clase media (aunque luego pecó de vaguedad cuando se le preguntó cómo aliviaría la carga impositiva de los sectores medios) y cuando, a lo O'Higgins diciendo "aquí está mi pecho", desafió a quienes sospechan de los negocios de Gutenberg Martínez exclamando "¡si quieren atacar a alguien, la candidata soy yo"!
También hubo un guión previo, que fue el acordado por los comandos. Aquí distingo claramente dos elementos que atentaron contra el interés del debate. El primero fue la decisión de que las candidatas responderían preguntas distintas, dejando a cada una la posibilidad de abordar temas planteados a la otra sólo a costa del tiempo de su respuesta a una nueva interrogante. Así, la palabra debate pierde sentido. No hay una real confrontación de ideas. Si los únicos que acceden a una posibilidad de diálogo son los periodistas, a quienes por reglamento se les dio el derecho a contrapreguntar, es obvio que los que terminan brillando son ellos. El segundo elemento que restó interés fue el acuerdo de no mostrar a una candidata mientras hablaba la otra. Puede ser muy fraternal y toda una muestra de fair play, pero es una soberana lata cuando no puedes ver en la tele las reacciones de un personaje aludido por otro. Es como mostrar sólo al equipo que lleva la pelota en un partido de fútbol, o al que hace el gol sin mostrar la reacción del arquero superado.
En el plano formal, la concepción televisiva del debate también fue contradproducente. ¿Por qué estas dos señoras tienen que estar paradas en esas tarimas tan fomes? ¿Por qué la solemnidad de las preguntas (el único más desacartonado fue Nibaldo Mosciatti, gracias Nibaldo) ¿Por qué esos tiros de cámara tan convencionales? ¿Por qué, en el fondo, si el mensaje que la Concertación tranmsmite con la competencia entre estas dos precandidatas es el de un profundo cambio cultural, el debate se organiza, desarrolla y televisa como si ese cambio no se hubiera producido, somo si siguiéramos en el año del encuentro Kennedy - Nixon?
Si las hubiesen puesto más cómodas, si hubiesen podido confrontar ideas, con preguntas menos impostadas, tal vez hubiésemos quedado con la impresión de haber visto un debate valioso y no un rito político-comunicacional vacío y anticuado.

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