3.29.2008

Sobre los huevos


Como debe sucederle a gran parte de los vegetarianos, muchas veces me resulta incómodo tener que explicar por qué no como carne de animales. En ocasiones como esas, adivino cuando ciertos interlocutores formulan para sus adentros juicios sobre mi sanidad mental. Se trasluce en sus miradas. Hay quienes incluso me han tildado abiertamente de loco o raro.


Debo reconocer que hay rasgos inconsistentes de mi vegetarianismo que también tienen parte de la culpa y me enredan. Al contrario de los veganos, utilizo productos de origen animal: zapatos, zapatillas, ropa de cama. Como huevos y productos lácteos.


Mis razones tienen que ver con el sufrimiento de los seres vivos. Tomarse la leche de una vaca o comerse los huevos de una gallina no es necesariamente hacerlas sufrir. Sé que en las condicciones actuales de producción agropecuaria esto no es así y la crueldad con estas especies es la norma. Pero aquí quiero abordar el tema en teoría. Y, en teoría, uno podría alimentarse con estos productos del ciclo de reproducción y crianza de aves, mamíferos y peces sin que tengan que sufrir, sin que registren dolor en sus sistemas nerviosos, que es como entiendo el sufrimiento en este ámbito. Por eso también como mariscos. No tienen cerebro, o sea, no tienen un procesador biológico capaz de registrar y codificar sensaciones de placer y displacer.


Con la ropa y otros textiles es lo mismo. Supongo que el cuero de un animal muerto sin intervención humana es tan bueno como el de uno que ha sido criado expresamente para convertirlo en alfombra o abrigo. De todos modos, no soy tan entendido en los menesteres de la curtiembre, así que agradeceré si algún visitante puede aclarar este punto.


Pero asumamos que no es necesario matar a un ser vivo para ocupar su piel. También se podrá pensar que no hay drama en sacarle una que otra pluma a los gansos o lana a las ovejas. Aparte de donar mis órganos, estoy dispuesto a que ocupen mi piel en lo que quieran después de muerto. Me seduce reencarnarme en zapatos o en un sofá.


La cosa es que a la gallina no le duele que uno se coma sus huevos. La clara y la yema tampoco experimentan sensación alguna. Ahora, lo curioso es que un huevo es similar a un embrión humano. No es que yo desayune embriones revueltos, sino que así como un huevo es un gallo o una gallina en potencia, el embrión es un humano en potencia.


Es inconsistente ver en los huevos un desayuno o insumos para un queque y ver en un embrión una vida humana full equipo, hasta con alma.


La idea de que los humanos posean un alma es bastante curiosa. Pero más curiosa es todavía la idea de que son los únicos seres vivos que cuentan con ella. Me parece que algunas religiones han tomado muy en serio lo que no es más que un ingrediente puesto en el Génesis para sustentar y acotar la tensión narrativa. Si se contara que Dios les dio alma también a los animales, el enredo habría sido mayor, la trama se habría desdibujado y adiós best seller.


Entonces, para ser un verdadero practicante de una religión que profese creencias de este tipo, hay que sostener que en alguna parte de un minúsculo embrión reside un alma. Que en las clínicas de fertilización se mantienen almas congeladas.


Para los credos que condenan el aborto, la fertilización asistida y los métodos anticonceptivos, el sufrimiento de los seres vivos que cuenta es sólo el de aquellos a los que atribuyen, sólo sobre la base de sus propios dogmas, la posesión de un alma.


Sin ese pequeño pero fundamental resquicio, sin esa fantasía que ha resistido milenios gracias a la porfía humana de considerar inferiores a los otros animales, los católicos, por ejemplo, no podrían comer huevos.


Qué suerte, porque a la copa son tan ricos, ¿no?

3.04.2008

Marzo es una fiesta


Pasé frente a uno de esos containers de pago de la patente y se me ocurrió.

Marzo es una fiesta sin festivos. Pero una fiesta, como semana santa, fiestas patrias, navidad, halloween, el 21 de mayo.

Es como un carnaval de regreso a los deberes y se organiza carnavalescamente, con vitrinas nuevas en las tiendas, con un repertorio humorístico común en las conversaciones cotidianas, con mensajes alusivos a las fechas en los medios de comunicación.

La publicidad, cuya especialidad es el lenguaje del carnaval, cachó tiempo atrás que tenía que hacer de este mes un rito para que nos riéramos de nuestro padecimiento, lo que también es propio de los carnavales.

Marzo es un rito que marca el inicio del ciclo de las aglomeraciones, de las congestiones vehiculares. Es la temporada de volver a lo colectivo. Es un baile masivo con otra música.

Me gusta esta mezcla de calor veraniego con la energía de una ciudad que se mueve al ritmo acelerado de los peatones, al compás ansioso de los automóviles embotellados, horadada por la percusión de los taladros y la maquinaria pesada.