9.21.2005

El Trabajador Radial

Una vez más, día del trabajador radial. Es curioso. He sido trabajador radial una buena parte de mi vida y la mayoría de los 21 de septiembre he estado fuera de la radio. Hoy no es la excepción. Posteo bajo un gentil sol californiano y recuerdo a mis compañeros allá en Santiago.

Este post es un homenaje a ellos, gente con la que trabajo en la Concierto, uno de los proyectos más bellos de mis años laborales. Y también el más exitoso. Lo he pasado bien y lo he pasado mal, como en todo. Pero como en muy pocas cosas, ha valido la pena.

Mi mamá trabajó en radio. Mi papá también. Algo debe haber ahí. Pero yo no me identifico tanto con el medio. Me identifico con el proyecto. No me importa "la magia de la radio", ni la inmediatez, ni la libertad que supuestamente te ofrece. Me importa más que la radio específica donde yo trabajo sea un medio honesto, apasionado y jugado. Y eso está. Así que gracias a los que la mantienen así.

Y también muchas gracias a los que escuchan, que le dan sentido a todo esto. Sigan ahí e inviten a sus amigos.

9.11.2005

Salvador Allende


Quedan pocos minutos para que termine un nuevo 11 de septiembre. No he visto las noticias, así que no tengo idea de lo que ha pasado en los actos y manifestaciones de siempre.

Sólo pensé un momento en Allende, antes de que concluyera el día. El mismo día de otro calendario cuyo fin él no alcanzó a ver, pero que sigue resonando para muchos.

Resuena su último discurso. Y resuenan, aunque nadie los haya registrado, los tiros con que terminó su vida. Ese sonido violento, unido a la imagen de su cadáver con el cráneo partido, es una de las primeras irrupciones de lo macabro que muchos experimentarían a contar de entonces. Pero también es la medida de un acto con que Allende, creo yo, quiso legar algo de confianza en la vida para los que vinieran después.

Allende dio un ejemplo extremo de fidelidad a los compromisos de un gobernante con su país. Quizás en ese momento él era el único que sabía que lo peor que podía pasarle al país era perder la democracia. No lo sabían, obvio, ni la derecha ni el centro. Pero gran parte de la izquierda tampoco. El sí. Y era algo que sólo podía pasar sobre su cadáver.

No sé qué hubiese pensado yo de Allende de haber tenido la edad que tengo ahora cuando él gobernaba. Hoy sé que hizo muchas cosas mal. Demasiadas. Pero hay dos cosas por las cuales lo admiro, independientemente de lo que haya conseguido. Primero, que su intención fue siempre gobernar para beneficio de los desposeídos. Segundo, su capacidad de dar la vida para derrotar moralmente y desde el primer día a las fuerzas concatenadas en su contra.

Treinta y dos años después, el general oscuro y de mirada inhumana que a última hora se decidió a engrosar las filas de esa conspiración, espera la muerte en medio de la deshonra y el abandono.