11.28.2006

Todo lo que siempre quise saber y no me atreví a preguntar

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  • ¿En qué consistía la "Ley Valdés"?
  • ¿Cómo se sabe qué va a la justicia penal y qué a la civil?
  • ¿En qué se diferencian un arzobisbo de un obispo y una arquidiócesis de una diócesis?
  • ¿Qué es Java y para qué sirve?
  • ¿Qué es el petróleo Brent?
  • ¿Qué es una OPA?

11.02.2006

¿Tendremos un revival de los noventa?

La cultura popular se mueve con avances y retrocesos, mirando al futuro y al pasado, con rupturas y nostalgias. El presente pop se compone en gran parte de una reelaboración de lo antiguo.

Parece una regla universal e ineludible. Hace unos quince años resultaba impensable que los ochenta se recordaran con benevolencia y que incluso hubiera gente ganando dinero con ello. Pero así fue. Recién comenzada la actual década, la música electroclash se encargó de desempolvar los sintetizadores. La moda derivó hacia los peinados new wave y post punk. Con el éxtasis ocupando el puesto de la cocaína, el hedonismo volvía a las pistas. Así, con tintes de elite y subcultura, empezó este revival ochentero. La cosa fue avanzando hasta llegar a las fiestas de Chico Pérez y los comerciales dirigidos a los que están (estamos) a medio camino de jubilar.

Recuerdo el revival setentero en los 90. Los pata de elefante, las patillas, el funk, "Perros de la calle", el clip de "Sabotage", de los Beastie Boys, "That 70's show". El grungre mismo fue, a su modo, un revival de dos corrientes opuestas de los setenta, el punk, por una parte, y el rock pesado y ampuloso a lo Led Zeppelin, por otra.

Uno se pregunta entonces si, en el próximo revival, el turno será de los noventa. Por una cuestión de secuencia lógica, habría que responder que sí. Pero esta vez no estoy tan seguro. ¿Puede haber un revival de una década que ya fue, en sí misma, un revival?

Los noventa fueron básicamente años de apropiaciones y reelaboraciones. Las rupturas de la década se hicieron mirando al pasado, se tratara de Nirvana o de la recuperación del sentido bailable de la música en la electrónica de ese entonces. Incluso los grupos pop comerciales como Take That o los Backstreet Boys se alimentaban de la tradición inaugurada en los años sesenta por sellos como Motown o productores como Phil Spector.

Se puede pensar que el principal legado de los noventa fue la introducción de culturas alternativas. Sin duda, esa fue la década de lo alternativo y lo independiente. Pero más que conceptos contraculturales, estas ideas tuvieron que ver con el asentamiento del mercado como regulador de la cultura. Lo alternativo de ese entonces era tal en el sentido de opciones de consumo, no en virtud de atributos contestatarios o contraculturales. El calificativo de independiente, de hecho, está aún más ligado al mercado, ya que no es más que la distinción del origen de un producto dado (independiente quiere decir que algo es producido por una compañía que no es transnacional ni diversificada, nada más).

En nuestro país, los noventa dejaron en el paisaje cultural una nueva generación de rock hecho en Chile con relativo éxito. Tal vez ahí se encuentre el terreno para un revival noventero. El problema es que entre los músicos que surgieron entonces no hay una estética unificadora, como sí la había en el rock de los ochenta. Por muy distintos que hayan sido en muchos aspectos, hay un plano, el sonoro, en que Los Prisioneros y Engrupo están mucho más emparentados que Los Tres y Los Tetas.

En un medio cultural donde las alternativas se multiplican, se pierde la noción de una estética dominante asociada a una era específica. Para un revival de los noventa, las condiciones en que vivimos deberían cambiar radicalmente. Quizás la irrupción de una dictadura estatizante nos haga añorar esos años de libertad de consumo relativamente monótona. En ese caso, prefiero quedarme sin revival de los noventa.